Ciencia Empírica

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El Dhamma es la realidad, y la realidad es experimentable precisamente porque lo único real es lo experimentable.
La maravilla de ser humano reside en la capacidad que tiene para llegar a verlo, llegar a experimentarlo. Estar rodeado de aire no significa que puedas verlo, pero no verlo no significa que no exista.
Para ver el Dhamma hay que trascender los sentidos (rūpa) y los conceptos (namā). Y eso es algo que los humanos están en capacidad de hacerlo.
Y la ciencia mediante la que se accede al Dhamma es una ciencia empírica como la física, de hecho, son parte una de la otra. Esto significa que dos individuos haciendo exactamente lo mismo en dos lugares y tiempos diferentes obtienen los mismos resultados.
Y no solo eso.
Además, se fundamenta en una lógica férrea donde no hay lugar a saltos mágicos, ni donde las opiniones se hacen realidad como los sueños en la mente de los niños.
La lógica no hace más que encadenar condiciones con causas y fenómenos que provocan más condiciones que a su vez provocan más causas y fenómenos. De hecho, la lógica no es más que una estructura matemática de la condicionalidad que es la base del Samsara.
Donde impera la lógica, donde impera la condicionalidad no tiene lugar la creencia. La lógica es una parte de las matemáticas y éstas son el armazón conceptual de la física.
Tanto en matemáticas como en física no se cree. Se exponen hipótesis que hay que probar. Y una prueba no es que lo haya dicho una eminencia, o venga escrito en un viejo pergamino, o que se haya creído en eso durante mucho tiempo, o que haya mucha gente que lo crea. Si fuera así, que el pensamiento hiciera la realidad, la tierra sería plana en parte del planeta y tendría 6.000 años en ciertos lugares del mundo.
Imagina una calculadora de mano que, en dependencia de la ciudad donde estés, de un resultado u otro. O que las leyes de la física fueran diferentes dependiendo del estudiante que las piense, o que, si un tipo dice que la gravedad no existe, inmediatamente se pone a flotar. Un mundo donde la realidad sea la que el individuo se piensa.
Estamos hablando de delirio, y si nos referimos a grupos de gentes que comparten el mismo delirio, le llamamos religión.
El delirio es una de las más burdas formas en la que la ignorancia se reviste.
Y, como las leyes civiles permiten la “libertad” religiosa, la libertad de delirar como a cada cual le convenga y le sea productivo, y se constituye como un “derecho de democrático” o sea, el derecho a ser ignorante y hacer ignorantes a los demás, desde la más burda de las ignorancias se pide “respeto” a las “creencias” religiosas, y a la “libertad de opinar”.
Esto está en la raíz del sistema educativo, que fomenta la ignorancia porque solo busca la sumisión de los individuos.
También hay que entender que los ignorantes es donde la ignorancia habita. Y el “respeto” hacia el ignorante lo que busca es poner en sagrado la ignorancia.
Y donde esto llega al colmo absoluto es en el buddhismo, donde la pelea absoluta es contra la ignorancia que es la que ata al Samsara. Que existan redes de grupos de ignorantes defendiendo la ignorancia dentro del mismo buddhismo es similar a grupos de satánicos dentro del cristianismo.
Lo menos que se puede pedir es coherencia, algo que el ignorante ignora. Esa coherencia dice que o bien, defiendes la ignorancia o la atacas. Atacar y decir defender es simple y pura impostura, algo que en el panorama del buddhismo abunda por todas partes y que ha llevado al Dhamma del Buddha a su absoluta corrupción. Como es visible y comprobable.
– “Dos más tres igual a siete, respétame”.
– Al menos, déjame llamarte burro.
– “¡Mamaaaaá!”.

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