El Huésped

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Es evidente que todo el enorme conocimiento humano en toda su extensión y profundidad, acumulado en libros, revistas, manuscritos, discos, cintas, redes, internet resulta absolutamente inútil para responder a las preguntas más básicas que cualquier persona con dos dedos de frente se puede plantear.

Preguntas sobre qué soy, qué hago aquí, que es la vida, qué sentido tiene, que es el universo, por qué funciona (no cómo), para qué está aquí, que función tiene, para qué existen leyes en la física, como sabe un electrón como tiene que actuar, qué es el tiempo, qué es el espacio, para que sirven, que es la muerte, que hay detrás de la muerte, que hay detrás de todo esto, que papel tienes como ser humano, etc.

Por mucho que busques solo encontraras opiniones, ocurrencias de unos o de otros que opinan, muchas veces interesadamente, para dar una respuesta que es justo, que casualidad, la que ellos venden.

Es el mercadillo de los filósofos, de los sacerdotes, de los religiosos, de los chamanes, de los monjes, de los maestros espirituales… todos venden lo que quieras comprar. Tienen de todo. Venden esperanza a cambio de fe y dinero. Cualquier explicación peregrina o incluso mágica la ponen a tu disposición con más o menos parafernalia iniciática.

Fuera de ese mercado están aquellos que, no habiendo encontrado explicación a nada, simplemente lo niegan todo.

Y, entre medias, masas de personas indiferentes a todo, haciendo como las abejas en un panal. Viviendo una vida sin sentido, siendo parte de un todo que no conocen.

Mucho les gusta a los humanos proclamarse como los “reyes de la creación” cuando verdaderamente no hay por dónde agarrarlos.

Qué clase de rey es aquel cuyo cuerpo es producto de la combinatoria de cuatro triste moléculas que, por arte de la electronegatividad tienen la tendencia de juntarse de una u otra manera y que, cuando van muchos hacen cuerpos como el suyo.

Qué clase de rey es aquel cuya mente está poblada por pequeñas criaturas a las que se dedica a atrapar, a engordar, a ayudar a reproducirse y a expandirlas para que sigan su camino.

Un cuerpo que no es suyo.

Una mente que no es suya.

Un cuerpo que no controlan.

Una mente que no controlan.

Un cuerpo cuyos arquitectos son los genes y una mente cuyos habitantes son los memes.

Humano significa hecho de tierra, de barro, de humus.

Es obvio que no, que de tierra no está hecho.

El ser humano no tiene nada de humano.

Deberíamos llamarlo huésped.

Ser Huésped.

Huésped de parásitos genéticos y de parásitos culturales.

Parasitado hasta el tuétano.

El Huésped cuando piensa lo que piensa lo piensa en palabras. O sea, sus memes, o sea, sus parásitos.

El acto de pensar para los humanos consiste en poner en movimiento a sus parásitos. El acto de comunicar, del habla, de la expresión, es sacarlos a pasear a ver si se aparean con otros parásitos del vecino y así tenemos más parásitos para llevar a casa.

No te acostarás sin saber una cosa más.

Y cuando el huésped se pone trascendental y se sienta a meditar lo que contempla es lo rica y variada que tiene la flora de memes que le parasitan. Ve como surgen, como corren, como salen de la atención, como llaman a sus amigos, como le incitan a hacer cosas, a decir cosas, a transmitirles…

Qué asco.

¿Y esto es el rey de la creación?

¿Un saco de parásitos?

Qué asco.

Mírate, das pena.

Si no eres capaz ni siquiera de controlar a tus parásitos, de pensar sin ser ellos los que te piensen, de pensar sin palabras, de ver más allá, de tener la mente limpia de cualquier pensamiento no mereces ni el nombre de persona.

Agárrate a que todos los que conoces son iguales que tú. Y te diré que sí, pero que no todos son así. Que hay personas. Que no todos son petas. Subhumanos que pululan cuya función es la de decorado reproductivo de infecciones de todo tipo.

Placas de Petri.

No todo van a ser árboles, flores, animales, cielos azules y atardeceres con arco iris.

También tiene que existir el que se los cague.

Asi… ¿Cómo quieres que el “conocimiento” “humano” responda ni a los más mínimo?

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