Cuando vemos algo manchado, tan sucio que no podemos ver qué es realmente, al ver solo la suciedad podemos caer en la conclusión de que es basura.
Cuando vemos a un ser humano lo primero que se destaca es su enorme ignorancia. Está sumido en ella de tal forma que el continuo morir y renacer es algo tan intrínseco a él que podemos caer en la conclusión de que no es más que una parte más del Samsara, hecho del mismo material.
Y,, sin embargo, no es así.
La ignorancia, como la suciedad es eso, suciedad. Él puede removerla, limpiarla, desprenderse de ella, desencostrarla, arrancarla. Por muy dura que sea, por muy pegada que esté, la suciedad no es parte de su piel.
Si el ser humano llega a ser consciente, deja de estar alienado, intoxicado por la ignorancia, se desprenderá con verdadera repugnancia de capas de ignorancia, capas como costras. Así, desnudo de miseria nos aparecerá en su naturaleza brillante y majestuosa de su budeidad.