El verdadero y auténtico arte consiste en la transmisión de sensaciones, percepciones y sentimientos, sin utilizar conceptualización alguna. Mientras usamos la palabra para transmitir todo esto, lo que hacemos es impregnar la experiencia con conceptos que la reducen a los límites del lenguaje. Y si se trata de verdadero arte, el arte que no se puede conceptualizar, tampoco se restringe a los límites de la cultura, de los memes.
El arte resulta ser el encuentro entre rūpa, los sentidos y la conciencia, sin pasar por Namā. La experiencia artística desemboca en una explosión de sensaciones inconceptualizables. A diferencia de rūpa, no son colores, sonidos, sabores, olores, presión, temperatura ni dolor sino la experimentación del artista que solo puede proponer, porque el mensaje se crea en la conciencia del espectador.
Es por ello que el arte se arriesgue fuera de toda conceptualización, adentrándose en vericuetos extravagantes solo para conseguir burlar el Namā del espectador.
No es arte un cuadro por el hecho de ser un cuadro. Hay cuadros mudos, igual que existen canciones sordas. De hecho, son así la inmensa mayoría. No son arte aquellas manifestaciones merecedoras de una nominalización, un “esto es un…”.
La técnica aporta los medios para la transmisión, pero la técnica sin mensaje es inútil.
La mirada cautivadora de una chica en un retrato, el inicio del movimiento o una explosión de un dolor acre moteado de suave lluvia son expresiones dignas de ser expresadas y de ser experimentadas.
La poesía que traslada climas y atmósferas que van mucho más allá de las palabras.
Y la danza.
Y la música.
Ésta última merece una mención aparte. Ella, por sí misma, puede inducir en el espectador felicidad y placer, y puede modularlos a la medida en que el ejecutante conecte con su público. Noches mágicas de duendes. Sonidos que erizan la piel y expanden la conciencia. Borracheras de gozo inoculadas por el Arte.
Tanto la felicidad como el placer e incluso la alegría no son ajenas precisamente al mecanismo de disparo de sus respectivos neurotransmisores. La gran ventaja de la música frente a la pintura o a la danza es que es secuencial, y además moldean el aire. Exactamente igual que los ejercicios de acceso a Jhana basados en la concentración en el aire usando la respiración.
Y no son los sentidos los que producen placer, sino la decodificación del mensaje en la conciencia del espectador. Los sentidos son la portadora en la modulación. El mensaje va dentro.
Y toca dentro.
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…¿¿¿…???…
Cada vez me sorprende más el autor de esta entrada. Cuando creo que ya ha dicho todo lo que tiene que decir nos regala magnífica y elocuente disertación sobre el arte usando un tono poético que emana de Citta y rupa sin namă. El autor de la entrada no habla por hablar. Su lenguaje es poesía que arrulla con sus metáforas e hipérboles cargada de sabiduría. De esa sabiduría que solo otorga la experiencia de la meditación con su más alto logro, las jhānas. Leyendo hoy a Tommit con mis oídos, con mi olfato y con mi piel, me aproxime, sin exagerar al Nibbana. Gracias por darnos la oportunidad de leerte y de paso vislumbrar la belleza de tu existencia.
Sirve meditar con música o mejor no? A mi me pasa queme concentro aún más, aunque sólo una vez pude llegar a alcanzar quizá el primer jhana (que salí porque me dio terror) nunca más lo pude experimentar y la música me relaja aunque no se si es correcto usarla para el caso, hablo de música sólo instrumental.
Mira, bien está lo que bien acaba.
Si por ahi te quitas el miedo, perfecto.
Y me cuentas…